LAS
MOIRAS
María Luisa Arnaiz
Lachesi,
Giuseppe Gigli
“Creo que el destino de mi esposa es más
feliz que el mío… Ningún dolor volverá a tocarla… pero yo, que he escapado a mi
destino y no debería estar vivo, viviré ahora mi vida con pena” dice Admeto
refiriéndose a Alcestis, la única que se ofreció a morir en su lugar cuando a
él le llegó la hora. Según la creencia popular, solo Zeus podía intervenir
cerca de las Moiras para salvar a un mortal cuando el hilo de la vida, hilado
por Cloto y medido por Láquesis, estaba a punto de ser cortado por Atropo. Pues
bien, respecto del destino hay dos posturas enfrentadas: providencia (la vida
está en manos de un ser superior) y fatalismo (la vida está predeterminada). Si se contempla al protagonista de “Fausto”, del que se sirve Marlowe para romper con la tradición
medieval -desafiar a Dios-, nos situamos ante la predestinación; si al
de “El mágico prodigioso” de Calderón, ante la providencia. Bajo
la visión marlowiana los protestantes se topan con que las personas son elegidas
para condenarse o para salvarse y así Fausto tiene que pecar y no le sirve
arrepentirse pues Dios no le puede ayudar; bajo la calderoniana los católicos se topan con la
doctrina del libre albedrío, dependiente de la voluntad, y así Cipriano
se salva porque Dios da a todos su gracia para salvarse.
Cloto,
Giuseppe Gigli
Aunque Roma da una definición nebulosa sobre el libre albedrío y el entendimiento
no comprenda qué cosa sea la providencia divina y sí la causalidad, aquella
sostiene que Dios conoce todo lo que va a ocurrir porque sabe hacia qué lado se
inclinará la voluntad. Tanto es así que ya en el diccionario de Autoridades se
dice de «albedrío»: “La libertad que Dios dejó a la voluntad
humana para elegir lo bueno, o lo malo, de que depende el mérito o demérito del
hombre”. Si el “Fausto” encarna el mito del hombre renacentista,
el “El mágico prodigioso” no puede ser más carpetovetónico:
Pensar que hay un
Dios
suma bondad, suma
gracia,
todo vista, todo
manos;
infalible, que no
engaña,
superior, que no
compite,
Dios a quien ninguno
iguala,
un principio sin
principio,
una esencia, una
sustancia,
un poder y un querer
solo;
y cuando como esta
haya
una, dos o más
personas,
una deidad soberana
ha de ser sola en
esencia,
causa de todas las
causas.
Demonio: ¿cómo te
puedo negar
una evidencia tal
clara?
Lachesi,
Giuseppe Gigli
Gracias por visitar y seguir Historias, cuentos y otras controversias.
ResponderEliminarMe gustó el estilo de tu blog y estoy siguiendo también.
Abrazo
Te damos la bienvenida como seguidora de nuestro blog "Escritores Recónditos". Nos une el goce por la buena literatura.
ResponderEliminarSaludos
***** ++++ me quedaré, hoy, ML, con eso de que "los protestantes se topan con que las personas son elegidas para condenarse o para salvarse" - Estoy en ello y aunque me cuesta, sigo mejorando en la creencia.
ResponderEliminar!Hola,Marisa!
ResponderEliminarSiempre es un gusto leer tus historias.Muchos besos y buen fin de semana.