PARDO BAZÁN A GALDÓS
María Luisa Arnaiz
William Frederick Foster
Leí hace poco las
cartas de Emilia Pardo Bazán a Pérez Galdós y no me extrañé de la fogosidad e
independencia que muestra en ellas la que declara “yo valgo muy poco estéticamente considerada, pero he mareado siempre a
los que se me acercaron”. Y tanto es así que, cuando la condesa (título
pontificio concedido por Pío IX a su abuelo) fue a Barcelona en 1888 a la Exposición Universal ,
tuvo una efímera ‘liaison’ con Lázaro Galdiano, de la que tuvo noticias el novelista canario, y sobre la que ella le escribió: “Por lo que toca al arrastrado éxtasis de Barcelona, cree que fue una de
esas cosas impensadas y casi inconscientes, que al más pintado le ocurren. Allí
sí que no pequé contra el amor que te tuve y tengo, como aseguras tú que no
pecaste contra el mío en Nápoles ni Venecia”. Una vez reconciliados, Galdós partió a Inglaterra y se reunió con ella en París para hacer un viaje por
Alemania, tras el cual inexplicablemente se alejó de la escritora gallega. Esta, que había basado su relación en el supuesto de “yo te querré siempre, pero como no tengo derecho de disputarte a nadie”, confiesa a su Ratonciño “el quererme a mí tiene todos los
inconvenientes y las emociones de casarse con un marino o un militar en tiempo
de guerra. Siempre doy sustos” y le promete “voy a ser muy formal, muy formal: tengo ya tanto pelo blanco, que la
juventud se acaba -38 años-, y esta
vitalidad que a veces me ahoga son los últimos resplandores de la lámpara. La
guardaré para ti”. En fin, Galdós, que indefectiblemente regalaba a todas
sus amantes una máquina de coser Singer (supongo que se privaría con la
condesa) y que, astuto, le pidió las cartas que le había escrito (imagino que
las destruiría), recibió esta confidencia de la gallega: “¿Quieres que te diga la verdad? Siempre me he reprimido algo contigo
por miedo a causarte daño físico; a alterar tu querida salud. Siempre te he mirado… como los maridos
robustos a las mujeres delicaditas y tiernamente amadas, que tienen con ellas
ménagements… Pánfilo de mi corazón: rabio también por echarte encima la vista y
los brazos y el cuerpote todo. Te aplastaré”.
Gracias por la perla.
ResponderEliminarUn abrazo.
No he leído esas cartas, no conocía esa historia, es una alegría que vuelvas a regalarnos con tus post. Gracias y abrazos
ResponderEliminarSiempre interesante.
ResponderEliminarGracias por compartir estas historias poco conocidas.
ResponderEliminarUn saludo.
Un placer de lectura. Jajjj, muy bueno. Bs.
ResponderEliminar¡Vaya con la Pardo Bazán!
ResponderEliminarKiinnostavaa - 'Tarina...'
ResponderEliminarKuvaa katselee mielellään...
Genial, María Luisa, genial. Me ha encanatado, no es novedad, lo sé, pero esta mucho más o eso creo. Feliz tarde.
ResponderEliminarOtra lección magistral de la que se pueden sacar muy provechosas y jocosas consecuencias. Lo de la Singer es digno de estudio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tremenda y genial. No tenía ni idea.
ResponderEliminarGracias por este regalo.
¡Vaya respuesta!, sí que era una mujer genial....
ResponderEliminarUn abrazo.