María Luisa Arnaiz
Gianni Strino
Tras el 2 de mayo de 1808, cerca de Bayona, Napoleón
esperaba a Fernando VII y agasajaba a sus padres, Carlos IV y María Luisa de
Parma, que le habían entregado la corona de España. El felón llevaba una carta
de su tío Antonio, el hermano menor de su padre, que decía: “Dile a tu criado Chamorro que…me compre una
de esas máquinas para la boca…y encárgale que los dientes no sean de muertos”
(a principios del XIX las dentaduras se hacían con dientes naturales o de
porcelana puesto que el marfil prácticamente había dejado de usarse). Su madre,
de cincuenta y siete años, lucía una que fue la envidia de Josefina ya que
esta, a sus cuarenta y cinco, tenía los dientes en estado calamitoso y solo paliaba
el dolor que le causaban con opio en grano o disuelto en láudano. Sin embargo
era difícil vérselos pues controlaba hasta tal punto el movimiento de los
labios y se abanicaba con tanta gracia que nadie, salvo sus íntimos, supo de la
corrupción bucoimperial. Conviene decir que los “dientes Waterloo” inundaron el
mercado dental y se pusieron de moda tras el habitual saqueo de cadáveres, una vez terminadas las batallas.
Jo, menuda debía tener la boca... Bueno, ella y otros tantos, que antiguamente era moneda común.
ResponderEliminarUn beso.
¿Por qué no acudiría a los odontólogos?
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Desastrosas carencias higiénicas. Dedicamos entonces una sonrisa amplia, franca y muy agradecida a William Colgate, de lo que nos vino a librar, jejeje.
ResponderEliminarBesos con aroma de menta, especiales para esta entrada!!
p.d. jajaja!
Bien por la profilaxis; mejor por la alimentación.
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Que suerte somos parte de este siglo querida amiga. Muy interesante como siempre. Besos
ResponderEliminarUna buena dentadura siempre ha costado dinero.
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Interesante. Hay anécdotas que dicen más sobre la condición humana que páginas y páginas de historia.
ResponderEliminarAunque luego vengan los exegetas a interpretarlas…
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Curioso y aleccionador relato, María Luisa. Conozco personas queridas que hacen maravillas para esconder ese defecto. Todo un arte, el de esas personas y el que muestra el contenido de tus bloguerías, claro.
ResponderEliminarHay males para los que todavía no se tiene remedio.
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Qué curioso. Un saludo
ResponderEliminarLa Historia no deja de sorprendernos.
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Tengo entendido que Josefina encargó a un artesano de Valladolid unos dientes... de madera... No sé si es una leyenda urbana o es cierto. Y que la boca de la emperatriz olía tan mal que el mismo emperador (poco escrupuloso en cuestiones olfativas ya que, cuando estaba en campaña e iba a volver a ver a su mujer,quince días antes, le decía algo así: "querida mía, no lavéis vuestro delicioso bosquecillo hasta que vuelva"
ResponderEliminarSaludos, y viva la Historia, la de verdad y la que nos hace reír.
Entre chascarrillos y verdades se dibujan los personajes históricos.
ResponderEliminarBesos.
Otro cotilleo en cuanto a la boca de Josefina, que desde luego no sé si sería verdad, es que era muy apreciada por Napoleón precisamente por la falta de dientes para cierta manera de relacionarse amorosamente. Pero igual son leyendas...imperiales, en este caso. Como siempre es un placer leer tus artículos María Luisa
ResponderEliminarSe difunden tantas habladurías sobre las personas relevantes que la mayor parte deben ser falsas, sin embargo la que aportas, si no è vera, è ben trovata.
ResponderEliminarBesos.
Hay cosas que agradezco a los dioses con efusividad por haber nacido aquí y en este siglo, bueno en el pasado pero no a principios jejej, adoro la limpieza, bucal y corporal. Ahora se te cae un empaste y estás como loca llamando al dentista.
ResponderEliminarMuy interesantes los artículos que presentas Maria Luisa.
Si la emperatriz no tenía remedio estando a su alcance los mejores odontólogos...
ResponderEliminarBesos.
Tämä on niiiiiiiiiiin kaunis, ihana kuva:)
ResponderEliminarY our words are always encouraging for me.
ResponderEliminarKisses.