EL ÁLBUM
María Luisa Arnaiz
Michel Pellus
Entraron aprisa en
el café y se sentaron. La impaciencia les encendía los ojos al dejar el paquete
sobre la mesa. Ella, apenas sentada, comenzó a abrirlo, mirando con amor,
alternativamente la cinta roja sobre el papel y el rostro de él con ligero
orgullo protector y expectante.
- ¿Qué van a tomar?
- Café con leche.
¿Y tú?
- Lo mismo.
En la mesa apareció
con pastas de color azul marino, como el traje de los días señalados, el álbum
de las chocolatinas. Era un gran día. Habían hablado de él como se habla de
cuando llegará un niño. Aquel álbum representaba el tesón del novio en su
niñez, que había reunido una estampita tras otra, hasta cubrir todas las
ventanillas sin paisaje de aquel libro difícil. Sus compañeros de colegio -él
lo recordaba- habían dejado en el álbum huecos de desamor y desidia. Y el
álbum, ahora flamante sobre la mesa, mostraba la solicitud en el tiempo de un
hombre cuidadoso, fiel toda la vida a sus más inocentes alegrías, al objeto de
su ilusión más nimia. Para la novia, aquel álbum implicaba tesón y constancia.
Tenían sobre la mesa el café con leche del amor humilde, pero tenían también
dentro del libro las maravillas todas del Universo, y se pusieron a deshojarlas
con lentitud amorosa, como si en ello les fuera su felicidad, el sí o el no.
- No, hoy “Las
Mariposas”, no -decía ella con tremendo gozo-. Hemos visto ya “Los Grandes
Inventos”.
Cada hoja les
aproximaba, día tras día, un poco más. El día de “Las Mariposas”, ella balanceó
sus pestañas en el aire hacia un hombre joven que estaba enfrente sentado, y él
-el novio- tuvo celos. Pero ella ni había mirado siquiera a aquel hombre:
quería simplemente mariposear con sus finas pestañas. El día de “Las Aves
Domésticas” proyectaron un canario naranja transparentándose en el hogar que
tendrían en la ventana con sol: “Mejor blanco” insinuaba él. “No, tiene que ser
naranja”, decía resuelta ella, entornando los ojos como si le dañara el
agridulce color del pájaro. “Las Aves Exóticas” pusieron sobre el pelo de ella,
suave, un sombrerito atrevido de vistosas plumas en una tarde con risa en el
mundo, y champaña y ‘confetti’. En “Flores Para Regalo”, él la obsequió con
doce tulipanes para que no olvidara alguna cosa. Al llegar “Animales
Prehistóricos”, tuvo ella miedo y se acercaron más. Él quiso continuar más días
viendo “Los Animales Prehistóricos”, pero ella se negó y entró en la hoja
rutilante de “Las Piedras Preciosas”. Ante “Las Piedras Preciosas” él anduvo
receloso por sentimiento atávico. Veía en los ojos de ella cierta cortesana
desfachatez, ciertas desmesuradas pretensiones, que le tuvieron en desazón toda
la tarde y que interpuso entre ellos una pastosa frialdad anfibia. En “Las
Algas” enredaron sus dedos, manos, brazos, miradas y palabras. Con “La Evolución del Automóvil”
lo pasaron bien, dieron saltos y frenazos bamboleantes sobre sus sillas. Con
“Las Fieras” se identificó ella de tal forma, que los ojos se le llenaron de
instinto y él se encontró como un domador trágico que de un instante a otro
podía perecer. Con “La Fauna
del Mar” cruzaron por los ojos de él y de ella los peces cariñosos, perezosos,
suaves, del amor, y estuvieron pasando toda la tarde mansa, humildemente. Al
llegar a “Las Frutas”, ella, con un rubor, posó su mano sobre las manzanas para
que él no tuviera ningún pensamiento avanzado, para que no pensara como Adán.
Terminaron el
álbum, y estaban tostados y palpitantes como después de un largo viaje. Era
como si volvieran con los mismos recuerdos de una luna de miel respetuosa. Ella
esperó todos los días -sobre todo el último- a que él dijera: “El álbum, para ti,
te lo regalo”. Pero no lo hizo. Llenar aquel álbum de cromos había sido la
gracia de su niñez, le había proporcionado entrada de honor en todas las
visitas. Y cogió su álbum y se lo guardó. Ella, de haberlo tenido, le hubiera
devuelto su regalo en palabras llenas de entendimiento y colores, en
experiencia del mundo, en primores de planta y honduras de mar. Pero así las
tardes fueron enfriándose, se aburrían y hacían tos de las palabras rotas. Y un
día ella -que se había enamorado de aquel álbum- le dijo adiós a él. Y él
tendrá que sacarlo de nuevo en su vida, cuando llegue la hora, sin atreverse a
regalarlo nunca.
Medardo Fraile
Recuerdo aquellos albums.
ResponderEliminarPero qué bueno Medardo Fraile, un gran cuentista.
ResponderEliminarPásalo bien, disfruta, disfrutad.
Diversión, amor, gratas compañías y la mejor convivencia, armonía, descanso, salud, todo lo que puedas extraerle a tus vacaciones para que sean: ¡Muy felices vacaciones!!
ResponderEliminarTe esperaré con un abrazo muy especial!
Genial texto. ¡Felices vacaciones!
ResponderEliminarDulce soñar el de tus frases en el encuentro de las mariposas, Son tan suaves y armónicas que se puede nadar en el balanceo de su música.
ResponderEliminarLos juegos del amor, siempre es bueno un poco de juego.
ResponderEliminarSalu2.
Divertido,agudo, e irónico relato. ¡Muy bueno!
ResponderEliminar!!Buenas vacaciones !!
Magnífico cuento, ML. No obstante, pssss, yo llevo 46 con ella y aunque no es lo mismo que al principio en cuanto a fogosidad y fuerza, te puedo asegurar que eso que algunos, aún, llamamos amor, existe. Claro que el Album lo hicimos juntos y, ah, lo seguimos haciendo. Feliz noche, un cuento genial.
ResponderEliminarSoberbio¡¡, y que fácil haces lo dificil.
ResponderEliminarBuenas vacaciones...
Besos muchos ♥♥♥
Me ha encantado! Qué manera tan bonita de escribir.
ResponderEliminarAbrazo.
Wonderfully evocative image.
ResponderEliminarDeixo um abraço, que delícia de blog!
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