JUICIO POR BRUJERÍA

OJO POR OJO

María Luisa Arnaiz

Vincent Desiderio

   “Apuleyo era africano y nació en el año 124 en Madaura, ciudad númida… Se casó con Pudentila, una rica viuda que tenía dos hijos… En el 158 Sicinio Emiliano, hermano del primer marido de Pudentila, aprovechando la gira africana del procónsul Claudio Máximo, acusó a Apuleyo de brujería y de apropiación de herencia en favor de su sobrino Sicinio Pudente. El abogado Tanonio redactó la demanda, esforzándose por demostrar que el filósofo platónico era en realidad un mago que había hechizado el cuerpo y el alma de Pudentila. Unos esclavos declararon que habían visto a Apuleyo adorando estatuillas obscenas ocultas bajo un pañuelo, que le gustaban los espejos y que hipnotizaba a los niños. Apuleyo escribió su Apología y se la entregó al procónsul en Sábrata. Mostró una carta de su esposa y probó que no hipnotizaba a los niños esclavos sino que preparaba un polvo dentífrico. Claudio Máximo absolvió a Apuleyo de la sospecha de ser un magus” cuenta Pascal Quignard. Pues bien, traigo este juicio a propósito del cacique de Castellón que afronta el suyo tras diez años de eludir la Justicia con la connivencia de anónimos cooperadores. ¿No es maravilloso que su denunciante, actualmente en la cárcel condenado por violación, haya recordado que lo acusó por una rabieta?, ¿no es enternecedor que el pater familias haya evocado que paseó al acusica por lujosos despachos, incluso por los de La Moncloa, porque al muchacho le hacía ilusión pisar las moquetas ministeriales? (También “su aeropuerto” se hizo para pasear.) Apuleyo desenmascaró a los interesados en condenarle ya que solo podía disfrutar de la dote de Pudentila, una cuarentona de mediocre facie, mediocre aspecto, con una fortuna de cuatro millones de sestercios, propiedades aparte. Al cacique español le hace chiribitas su único ojo.