CONDESA DE SAINT-FOND
María Luisa Arnaiz
Emma Hesse
Saint-Fond – Sí, amigas, el Marqués y yo somos cómplices
de un alucinante juego.
Renée – ¿Cómo lo
descubristeis?
Saint-Fond – Lo
sentí.
Renée – ¿Cuándo?
Saint-Fond – Cuando
usaron mi cuerpo como altar para una misa negra. No revelaré el lugar ni la
gente implicada.
Desnuda, me tendí
sobre un negro lienzo del que la blancura de mi piel emergía como una talla
marfileña. Un pequeño paño fue extendido entre mis pechos y el vientre… y sobre
él alguien depositó un crucifijo de plata. Sentí frío, una helada caricia a la
que no era extraño el cáliz situado entre mis muslos. Entonces tuve un temblor
prolongado, mensajero de que la profanación había llegado… Se encendieron unos
candelabros y el goteo de la cera acompasó el triste balido de un cordero… fue
el momento en que el sacerdote gritó el nombre de Jesús, brilló la hoja del
cuchillo y la sangre del animal, más caliente que el sudor de un hombre, regó
mi cuerpo hasta llenar el cáliz. Sonó un grito desgarrador y la quemazón de la
cera en las palmas de mis manos puso fin a aquella bárbara crucifixión.
“Madame de Sade” de Yukio Mishima
Resulta curioso y patético que todas estas ceremonias negras son el reverso de los ritos "blancos".
ResponderEliminarPasan a ser preocupantes cuando hay muertes por medio, claro.
Salu2 acostumbra2, Mª Luisa.
Tétrico, casi tántrico. Abrazos blancos
ResponderEliminarun extracto muy bueno.
ResponderEliminarun abrazo
Grande Mishima.
ResponderEliminar!Hola,Marisa!
ResponderEliminarA mi me ha desbordado de gusto.Muero con estas historias, y tu las bordas.Una foto estupenda,me ha encantado.Muchos besitos y buen finde.
Desgarrador y emocionante. Copio.
ResponderEliminarQué horror!
ResponderEliminarBesos.