viernes, 9 de mayo de 2014

MISA NEGRA

CONDESA DE SAINT-FOND

María Luisa Arnaiz

Emma Hesse

   Saint-Fond  – Sí, amigas, el Marqués y yo somos cómplices de un alucinante juego.
   Renée – ¿Cómo lo descubristeis?
   Saint-Fond – Lo sentí.
   Renée – ¿Cuándo?
   Saint-Fond – Cuando usaron mi cuerpo como altar para una misa negra. No revelaré el lugar ni la gente implicada.
   Desnuda, me tendí sobre un negro lienzo del que la blancura de mi piel emergía como una talla marfileña. Un pequeño paño fue extendido entre mis pechos y el vientre… y sobre él alguien depositó un crucifijo de plata. Sentí frío, una helada caricia a la que no era extraño el cáliz situado entre mis muslos. Entonces tuve un temblor prolongado, mensajero de que la profanación había llegado… Se encendieron unos candelabros y el goteo de la cera acompasó el triste balido de un cordero… fue el momento en que el sacerdote gritó el nombre de Jesús, brilló la hoja del cuchillo y la sangre del animal, más caliente que el sudor de un hombre, regó mi cuerpo hasta llenar el cáliz. Sonó un grito desgarrador y la quemazón de la cera en las palmas de mis manos puso fin a aquella bárbara crucifixión.

“Madame de Sade” de Yukio Mishima

7 comentarios:

  1. Resulta curioso y patético que todas estas ceremonias negras son el reverso de los ritos "blancos".
    Pasan a ser preocupantes cuando hay muertes por medio, claro.
    Salu2 acostumbra2, Mª Luisa.

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  2. Tétrico, casi tántrico. Abrazos blancos

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  3. !Hola,Marisa!

    A mi me ha desbordado de gusto.Muero con estas historias, y tu las bordas.Una foto estupenda,me ha encantado.Muchos besitos y buen finde.

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