María Luisa Arnaiz
Christopher Pew
Yo no era más que aquello que tú
con la mano acariciabas,
allí donde en noche de pavor,
cerrada, la frente reclinabas.
Yo no era más que aquello que tú
distinguías allá, abajo:
primero solamente imagen vaga,
mucho después, también los rasgos.
Tú fuiste quien, ardiendo,
creaste en un susurro
las conchas de mi oído,
el diestro y el siniestro.
Tú quien, meciendo la cortina
en el mojado cuenco de la boca,
me plantaste la voz
que te llamaba a gritos.
Yo estaba ciego, simplemente.
Y tú, escondida, brotando,
me obsequiabas el don de ver.
Así es como se deja rastro.
Así es como se engendran mundos.
Así, a menudo, tras crearlos,
los dejan dando vueltas
los dones dilapidando.
Así, ora al fuego lanzado,
ora al frío, ya a la luz, ya a lo oscuro,
perdido en la creación del mundo,
el globo va girando.
Joseph Brodsky, “No vendrá el diluvio tras nosotros”
¡Feliz 2013, amiga!
ResponderEliminarUna magnífica poesía. Has sabido escoger.
Saludos, Ann@
Si amamos el texto pese a la traducción, tenemos gustos comunes.
Eliminar¡Venturoso año y muchos besos!
¡Cómo me ha gustado! Es deliciosa.
ResponderEliminarUn beso y gracias.
Cuando leo algo tan bello en traducción, me digo que cómo no aprendí la lengua del Imperio pero…
EliminarMuchos besos.