EL HOGAR
María Luisa Arnaiz
Brian Scott
La niña solo tenía
cuatro años, sus recuerdos, probablemente, ya se habían desvanecido y su madre,
para concienciarla del cambio que les esperaba, la llevó a la cerca de alambre
de espino; desde allí, de lejos, le enseño el tren.
- ¿No estás
contenta? Ese tren nos llevará a casa.
- Y entonces ¿qué
pasará?
- Entonces ya
estaremos en casa.
- ¿Qué significa
estar en casa? -preguntó la niña.
- El lugar donde
vivíamos antes.
- ¿Y qué hay allí?
- ¿Te acuerdas
todavía de tu osito? Quizás encontremos también tus muñecas.
- Mamá, ¿en casa
también hay centinelas?
- No, allí no hay.
- Entonces ¿se
podrá escapar de allí?
István Örkény
bendita inocencia...espero que su futuro fuera muy feliz y libre de ir y venir !!! saludos
ResponderEliminarSuerte
ResponderEliminarTremenda realidad la de esta madre y esta niña.
ResponderEliminarEs un micro escalofriante.
Un beso bien grandote.
Se pone el vello de punta.
ResponderEliminarSi admitieras tacos, aqui cabe uno.
ResponderEliminarQue facil es llegar al corazón empuñando un niño. Lo peor es que puede ser cierto. Abrazos
GENIAL!!! no puedo decir otra cosa.
ResponderEliminarSaludos
Sin apoyos históricos, has conseguido un genial microrelato, que hiela la sangre.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un abrazo.
Crudo relato, María Luisa, que no se aleja demasiado de la realidad que viven muchos niños, cuya infancia no debería verse limitada por ningún tipo de "alambrada".
ResponderEliminarUn abrazo y feliz fin de semana
Precioso, da mucho con poco.
ResponderEliminarQuién le pone puertas al campo.
ResponderEliminarAuch! me dolió mucho...
ResponderEliminarBesos!