María Luisa Arnaiz
Tetsuya Mishima
Después de cenar,
cuando regresé al salón, se había llenado de gente. Encontré en un canapé,
junto a las señoras de Bonaparte y Berthier y a esa hermosa ‘Paulette’ (más
impaciente entonces por transformarse en la señora Leclerc de lo que estuvo
luego por ser princesa Borghese), a “Fortuné”, el favorito venido de París… El
afecto que (Josefina) le tenía no había disminuido y ni siquiera en público se
privaba de testimoniárselo… Perdonémosla. No seamos menos indulgentes de lo que
era su marido.
“Fijaos bien en ese -me dijo el general-.
Es mi rival. Poseía el lecho de ella
cuando me casé. Lo quise echar, pretensión inútil. Se me dijo que debía dormir
fuera o tolerar la coparticipación. Me resigné. El favorito fue menos
complaciente que yo: llevo la prueba en esta pierna”. Y mostraba su tobillo
mordido por los agudos y hostiles caninos de “Fortuné”.
A. V. Arnault, “Memorias de un sexagenario”
Historia digna do romantismo.
ResponderEliminarSobre todo porque tenemos esa idea de lo romántico.
EliminarVengo de leer un relato de lesbianismo y ahora lo completo con este, el amor y las pasiones. Todo cabe, todo vale y todo puede dar felicidad. Un abrazo
ResponderEliminar¡Lástima de quien no haya tenido una pasión!
EliminarUn ménage à trois histórico y, sin duda, curioso: Josefina, Fortuné y el resignado Napoleón.
ResponderEliminar¿Y el perro no sería una excusa?...
Un abrazo
Qué lista su ama…
EliminarCuando la pasión llama somos poco dados a la indulgencia, aunque el ansia de poseer a veces nos hace compartir.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso
Compartir migajas no sería del agrado de Napoleón.
EliminarEstaba aviado Napoleón con su hermana y su esposa...
ResponderEliminarLos aunaba el interés.
EliminarHola, María Luisa:
ResponderEliminarPor fortuna o desventura, la tolerancia existe.
Un abrazo.
Aunque sea a regañadientes como el caso napoleónico.
EliminarGenial, ML. Ahora comprendo muchas cosas que veo en otros y que a mi se me escapan o escapaban.
ResponderEliminarUn abrazo-e, y feliz día.
Es que lo que no hayan visto los sexagenarios…
EliminarPobre Fortuné. Él nunca obtuvo de su ama, pese haber ocupado antes su lecho, lo que el tolerante Napoleón obtuvo. Comprendo que le mordiera con rabia. Besazos sonrientes, querida amiga.
ResponderEliminarLos celos de un “amante” hirieron al amo del mundo.
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