María Luisa Arnaiz
La marquesa Casati,
Beltrán Massés, 1920
“I want to be a living work of art” (Quiero ser una obra de arte viviente) había
dicho la mujer más glamurosa de las tres primeras décadas del siglo XX. Pero,
como es sabido, arte es ficción y, así, la que tuvo por modelo a la condesa de
Castiglione, la esteta que la precedió en la carrera publicitaria sirviéndose
de su imagen, supo hacer de sus apariciones registros para la historia que
revisan hoy diseñadores de medio mundo. Romain de Tirtoff, el modisto ruso
conocido como Erté, escribió: “con
ocasión del Baile del Gran Prix en la Ópera de París en 1924, me uní a la
marquesa Casati para preparar…su entrada y diseñarle todo el equipo…iba, naturalmente, de la
Castiglione …” y no fue la única ocasión en que la Casati se disfrazó de su
predecesora. En 1936, completamente arruinada, pasó una temporada en la isla de
la Giudecca ,
próxima a Venecia, de donde, según Francesco Basaldella, “un día tuvo que huir ante la persecución de numerosas personas…(porque)
aquella extravante e imprevisible mujer iba vestida con…pedazos de pieles de
animales cogidas con alfileres”. Estos versos shakespearianos: “Age cannot
wither her, nor custom stale / her infinite variety” (La edad no puede
marchitarla, ni la costumbre debilitar la variedad infinita que hay en ella),
profecía de que Marco Antonio volvería con Cleopatra, figuran en su tumba.
La marchesa Luisa
Casati con penne di pavone, Boldini, 1914
Me ha recordado la frase de la duquesa de Windsor, que atesoraba trajes de los mejores moditos franceses y joyas, y siempre decía: "ya sé que en una reunión nunca podré ser la más hermosa, pero nadie me impedirá ser la mejor vestida".
ResponderEliminarQuizá se obvie que la verdadera elegancia procede del interior y no depende de zapatos, sombreros y accesorios.
Como siempre, genial, María Luisa. Muchas gracias
Bonita historia, saludos.
ResponderEliminarUna historia realmente fascinante y llena de excesivo, extenuante y triste glamour.
ResponderEliminarUn abrazo.
Uma bela história cheia da falte de limites belo muito belo Pedro Pugliese
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ResponderEliminarHola!
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besoss
Sé que tienes razón pero ¿cuántas veces pensamos todos en ser por nuestra apariencia los más …?
ResponderEliminarSaludos, Mabel.
Hola, David: pasaré por tu blog frecuentemente pues tus fotos son interesantes. Gracias por tu comentario y un abrazo.
ResponderEliminarCreo, Pedro Luis, que en la marquesa pesó más lo excesivo y no quiso abandonar la escena.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Sin límites, la naturaleza es destructiva. Pero ¿cómo ponerlos?
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro.
Hola, Muñekita Cat: hasta ahora no me habían solicitado una transacción tan desinteresada.
ResponderEliminarGracias por tu elogio y saludos.